EL PESCADOR Y LA DIOSA
Vivía en la isla griega de Lesbos, un muchacho llamado Faón, que se ganaba la vida transportando viajeros y mercancías en su barca.
Estaba un día Faón junto al embarcadero de la isla, cansado de las faenas de la jornada, cuando una pobre mendiga, desastrada y con evidentes muestras de no poder pagarle el viaje, le pidió que la condujese hacia Asia Menor.
– Sube, mujer. Te llevaré de buen grado.
A Faón le había conmovido su aspecto y, olvidándose de su cansancio, hizo navegar su barca con una ligereza asombrosa. De este modo, poco después llegaban a la costa de Asia. Una vez allí Faón sacó de su bolsillo la mayor moneda que tenía y la entregó a la mendiga para que pudiera continuar el viaje.
– Gracias, muchacho. Y para que veas mi agradecimiento, toma este obsequio.
Se trataba de un vaso del perfume más extraordinario que jamás había llegado a oler. Y con aquel perfume misterioso en las manos, Faón quedó conmovido y atrapado por una fuerza que parecía embriagarle el corazón. Y tras esto, el humilde pescador comprendió que había llevado en su barca a la mismísima Venus, la diosa del amor.
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